Como suele ocurrir, tras la tempestad siempre llega la calma. Los vientos y las olas poco a poco fueron disminuyendo y la vida a bordo volvió a la normalidad.
La primera noche el viento cayó por completo y tuvimos que poner motor desde las 00:30h hasta las 19:00h de ayer, cuando una ligera brisa empezó a soplar del sur para empujarnos de forma suave hacia el este. La segunda noche la hemos pasado navegando con esa misma brisa del sur y con velocidades de 6 a 7 nudos. Volvemos a tener navegación de placer, de esas que te dejan descansar toda la noche y en las que puedes estar tumbado en horizontal sin tener que tener un pie apoyado en el casco.
Ayer por fin pudimos limpiar toda la sentina y volver a poner al sitio todas las cosas del barco. 14 botes de cerveza y 2 botes de coca cola no resistieron las embestidas de las olas la noche anterior. Los botes los teniamos en la sentina pero los movimientos del barco fueron tan bruscos que las cajas se movían de arriba a abajo con cada ola que golpeaba al casco y poco a poco se fueron aplastando. Su líquido terminó desparramado por toda la sentina, dejando en el Saramia un olor a discoteca de la ruta del bacalao a las 6 de la mañana. Tras media hora de limpieza a fondo y un par de horitas de ventilación todo quedó como nuevo. El funeral por los 14 botes de cerveza caidos en combate fue duro pero la tripulación sabrá reponerse de tan desgraciada pérdida.
El día de ayer no tuve ganas de escribir el diario de a bordo. Maria suele leer lo que aquí escribo a Sara y a Mia. Y tras leer el primer párrafo de la entrada anterior me dijo que Sara se puso a llorar y que no tenía consuelo. La verdad es que la entrada anterior no era para contársela a las nenas, pero se dio cuenta después. Ellas han estado viviendo en el barco durante 20 meses. Saben lo que son vientos fuertes, saben muy bien como suenan las olas cuando golpean al barco y saben lo que son los pantocazos. Cuando escribí que el bimini se levantaba hacia arriba como un globo y que las placas solares iban a salir volando, Sara no pudo aguantar la visión y se puso a llorar. La pobre se lo pasó muy mal pensando en que su papi tuviese que pasar por ese mal trago.
Sin duda en su mente tienen grabados grandes recuerdos de todos estos meses navegando por el mundo. Pero seguro que también se les ha quedado grabado en la memoria el ruido tremendo del casco golpeando contra las olas o la tensión del momento cuando las cosas alguna vez se han puesto feas.
Siempre hemos tratado de evitar navegaciones complicadas pero no siempre ha sido posible. Como aquella navegación desde Nevis hasta Guadalupe en la que tuvimos que navegar más de 12 horas contra los alisios y en la que las pobres tuvieron que estar todo el rato dentro del barco porque el mar fuera era durisimo. Los malos recuerdos en navegaciones difíciles seguro que lo tienen todavía bastante fresco.
Por ese motivo y para que tengan un buen recuerdo, he decidido que voy a contar a Sara y a Mia una versión de mi diario de a bordo solo para ellas. Como si fuese un cuento de las aventuras de su papi por el oceano. A ver que tal se me da…
Por aquí seguimos con una navegación tranquila. Vientos suaves y mar cada vez más plano. La previsión para los próximos días es que sea más o menos igual. Seguro que en algún momento tenemos que volver a encender motor pero no importa porque está dentro de los planes. Es lo que tiene la navegación por el atlántico norte. Las borrascas te empujan hacia el este y entre medio quedan las calmas y solo hay que esperar a que venga la siguiente borrasca. El próximo frente esta previsto para el fin de semana o el lunes. Esperemos que no sea tan duro como el anterior y tengamos una navegación más relajada hasta las Azores. Calculamos que en unos 10 días podemos estar llegando a las Azores.
Día 21: 125 millas.
Total acumulado: 2243 millas.
Posición a las 13:00 UTC del 3 de Junio de 2020: 32°26.074N 58°02.376W
Día 22: 132 millas.
Total acumulado: 2375 millas.
Posición a las 13:00 UTC del 4 de Junio de 2020: 34°12.550N 55°24.653W