La travesía de Aruba a Colombia no es una travesía sencilla. Se escuchan muchas historias de navegantes que han perdido su barco cruzando el peligroso cabo de la vela. Un navegante italiano desapareció hace unos meses y no se sabe nada de él ni de su embarcación. Son historias que te hacen estar alerta y no dejar nada a la improvisación.

El cabo de la vela se encuentra en la parte norte de Colombia y el tramo que discurre desde Punta Gallina hasta el Cabo de la vela esta considerado como uno de los 5 tramos mas difíciles de navegar de todo el mundo. Los vientos pueden llegar fácilmente a los 40 o 50 nudos y las olas que se forman pueden superar los 3 metros. Los alisios se aceleran en la península de La Guajira y la realidad siempre suele ser mucho peor de lo que marcan las previsiones. Por eso, esta parte del Caribe, es una de las mas difíciles de navegar y hay que revisar bien la meteorología para no encontrarse con ninguna sorpresa desagradable.

En nuestro caso cruzamos el cabo la vela no una, ni dos, sino tres veces en menos de 3 días, pasando a ser los primeros españoles que han cruzado el temido cabo tres veces en tan poco tiempo. Y es que la tripulación del Saramia somos así, nos gustan los retos y vimos la oportunidad y no la dejamos escapar… 🙂

Rumbo a Colombia!

La meteorología de esta zona es realmente cambiante, sobre todo en los meses de Agosto y Septiembre, cuando los huracanes mas peligrosos pasan por la zona norte del Caribe. Por este motivo, los planes se deben cambiar sobre la marcha para evitar encontrarse con fuertes vientos en contra… Aquí va nuestra historia de nuestra travesía de Aruba a Puerto Velero y nuestro cruce del Cabo de la vela en 3 ocasiones, dos rumbo oeste y una rumbo este.

Salimos desde Aruba el 16 de Septiembre y tras realizar el zarpe en Aduanas, pusimos rumbo oeste hacia el cabo de la vela. Nuestra intención era fondear al día siguiente nada más doblar el cabo de la vela, al resguardo de los vientos del este en la península de La Guajira.

La previsión nos marcaba que tendríamos vientos flojos de no más de 20 nudos durante todo el día y por la noche caería el viento hasta los 5 nudos. Y tal como dijo la previsión es lo que ocurrió. A las 22:00h arrancamos motor y estuvimos navegando toda la noche a motor hasta que se hizo de día y empezábamos a navegar la zona difícil entre Punta Gallina y el Cabo de la Vela.

En el tramo mas conflictivo de toda la travesía nos encontramos un mar en calma total, sin ninguna ola y navegando a motor. La previsión se estaba cumpliendo a la perfección, hasta el momento.

Navegando a motor cerca del cabo de la vela.
Asi estaba el mar…

Durante la travesía hasta el cabo de la vela, pudimos disfrutar de la presencia de una gran cantidad de delfines, estuvieron navegando junto a nuestro lado durante prácticamente toda la travesía, incluso cuando se hizo de noche y todavía seguiamos navegando a vela, se podía escuchar la respiración de los delfines que nos seguían acompañando en nuestra travesía.

Viendo delfines durante nuestra travesía.
Disfrutando de los delfines en la proa del Saramia.
Subidas al dinghy y viendo saltar a los delfines.

Durante el día se posaron en los pasamanos del barco varios pajaritos. Uno de ellos incluso se posó en nuestra mesa y estuvo navegando con nosotros casi dos horas. Y claro, si tenemos un invitado en el barco hay que cuidarlo para que se sienta como en casa. Sara y Mia se encargaron de darle trocitos de pan y agua en un vasito. Lo acariciaban y cuidaban como si fuese su nueva mascota.

Pajarillo descansando en el pasamanos del Saramia.
Acariciando a nuestro nuevo inquilino.
El pajaro a pan y mantel!
El pajaro está mejor que en su casa.

Al final, doblamos el cabo de la vela alrededor de las once de la mañana del 17 de Septiembre y echamos el ancla una hora más tarde. Pero tras echar el ancla sobre 2.5 metros notamos que el barco rozaba con algo en el fondo. No sabíamos muy bien lo que era ya que no se podía ver el fondo por la cantidad de sedimentos que había en el agua. Pero en el siguiente borneo volvemos a notar el temblor en el barco, un golpe seco seguido de una especie rozamiento que hacia temblar todo el suelo del Sarámia. Al momento decidimos arrancar el motor y largarnos de allí lo antes posible para no dañar la quilla del velero. Seguramente había una roca justo debajo de nosotros. Empezamos a recoger cadena pero al dar avante el motor notamos como nos quedamos clavados. Hemos golpeado con algo en el fondo. Esperamos un poco hasta que el barco bornee por el efecto del viento y seguimos recogiendo el ancla, pero volvemos a quedarnos clavados. Empezamos a ponernos nerviosos. La sonda me marca 1.9 metros (hay que recordar que el calado del Sarámia es 2,30mts). Evidentemente hay algo bajo del casco que nos impide seguir adelante. Esperamos a que el viento nos vuelva a mover y en ese momento veo que la sonda sube hasta 2.30mts, justo lo que cala el Saramia. En ese momento vuelvo a dar avante y podemos seguir recogiendo cadena. Al final la podemos recoger completamente y salimos de allí siguiendo la derrota que dejamos al entrar.

Nos alejamos más de la costa y volvimos a echar el ancla, esta vez sobre 3.1 metros. Ahora sí que estábamos seguros de no tocar el fondo. Habíamos llegado a nuestro destino tras 29 horas de navegación de las cuales 17 habían sido a motor por la falta de viento. Aunque preferíamos esto a tener que pelearnos con el fuerte oleaje y el viento que se forma desde Punta Gallina hasta el Cabo de la Vela.

Justo después de comer, cuando estábamos descansando, oigo que alguien dice “hola, buenas tardes”, me giro mirando a un lado y a otro pero no veo a nadie… Alguien vuelve a decir “que tal están?” al final consigo ver a un chico que está nadando en el lado de estribor del barco. Era Juan José, un chileno que lleva recorriendo sudamerica durante un año y medio en su coche y al ver llegar nuestro barco se ha venido nadando desde la costa para charlar con nosotros. Tiene intención de comprar un velero y seguir su aventura por mar. Otro loco fantástico que nos vamos encontrando por el camino. Lo invitamos a subir a bordo y nos tomamos unas cervezas con él y charlamos un buen rato. Esa misma tarde aprovechamos para bajar a tierra y comprobar la forma de vida de los Indígenas Wayúu que habitan la península de la Guajira en Colombia. Estamos una hora caminando por la calle principal y antes de que anochezca regresamos al barco.

Caminando por el cabo de la vela.
Con Juan el Chileno.
Paseando por el poblado del Cabo la Vela.

A la mañana siguiente nos despertamos con un mar completamente calmado. Desde que estuvimos en Formentera el año pasado que no nos habíamos despertado en un mar de aceite. Estaba claro que algo estaba ocurriendo con la meteorología. En efecto. Miramos la meteo y la previsión era que el viento empezaría a soplar del oeste durante los próximos dos días. Subiendo hasta los 35 nudos en las proximidades de Santa Marta, a donde nos dirigíamos. Nuestro plan inicial era seguir navegando otras 24 horas hasta llegar a una de las bahías cercanas a Santa Marta, en el Parque Nacional Tayrona.

Mar como un plato. Fondeo Cabo de la Vela.

Unas 200 millas al norte de donde nos encontrábamos se estaba formando un huracán y esto estaba cambiando los vientos de la zona. En la siguiente imagen se puede ver todos los huracanes y tormentas tropicales que  habían en el Caribe y en el Atlantico Norte durante nuestra travesía. La cruz amarilla que aparece a la izquierda es el huracán que se esta formando y como se puede ver en la siguiente imagen es esta formación la que está desviando todos los vientos que proceden desde Santa Marta y desde las montañas de Sierra Nevada en Colombia hacia el norte.

Tormentas y Huracanes en el Caribe.

Aquí se ve como donde esta el punto verde empieza a formarse un huracán.
Aquí el detalle de nuestra zona de navegación. Del Cabo de la Vela a Santa Marta.

Lo que no queríamos era tener que pelearnos con un mar en contra y rachas de 35 nudos. Habría sido una locura. Después de darle muchas vueltas llegamos a la conclusión de que lo más seguro era desandar lo andado y ponernos a resguardo en una bahía que se encontraba a 15 millas en dirección este. Por donde pasamos el día anterior. No podíamos permanecer en el fondeo que estábamos porque estábamos totalmente expuestos a los vientos del oeste y a las 11 de la mañana el viento ya empezaba a soplar con fuerza y empezaban a formarse las primeras olas. En ese momento decidimos recoger el ancla y navegar 3 horas hasta la bahía de Puerto Bolívar. Como el viento soplaba del oeste pudimos realizar toda la travesía a vela. Volvíamos a doblar el cabo la vela por segunda vez. Pero esta vez de Oeste a Este.

Llegamos a la entrada de Puerto Bolívar sobre las 3 de la tarde. Mi idea era fondear en la parte este de la bahía. Hablando con Pepe Molla, un español que conocimos en Curazao, me dijo que él había fondeado en esa bahía en alguna ocasión y que estaba muy bien protegida. Entramos por la bocana de la bahía y enfilamos el canal que llegaba hasta los muelles de Puerto Bolívar pero para llegar hasta la bahía donde queríamos fondear debíamos salir del canal y entrar por aguas donde Navionics marcaba un metro de profundidad y la carta de C-maps marcaba cuatro metros, por lo tanto, decidimos hacer caso a la carta de C-maps. Pero de repente la sonda baja a 3 metros y luego a 2.5, inmediatamente pongo marcha atrás al máximo y salimos de allí rápidamente. No podemos seguir por ese camino ya que el viento de 15 nudos nos viene por la popa y de quedar encallados lo tendríamos muy difícil para salir. Al final decidimos que la mejor opción es seguir el canal que lleva a los grandes buques hasta el interior de la bahía y fondear en uno de los laterales del canal. Tras pasar la segunda boya roja vemos una pequeña bahía donde es el lugar perfecto para echar el ancla y pasar las dos noches hasta que el viento cambie.

Pero nada más lejos de la realidad, a los 5 minutos de haber echado el ancla llegó la guardia costera colombiana.

La verdad es que a nadie le hace gracia que le aborde la policia de ningún país, pero en este caso estábamos totalmente fuera de lugar. No se veía ningún velero por ningún lado. Solo habían barcos mercantes amarrados en Puerto Bolivar. Eramos los únicos que estábamos fondeados por esa zona y justo en frente había una empresa de carbón y no era el lugar más idílico para fondear, además de que varios curiosos empezaban a asomarse desde lo alto del acantilado para ver que hacíamos allí. Al ver llegar a la guardia costera más que un fastidio fue una alegría para poder informarles de nuestras intenciones y que nos tuviesen un poco controlados.

Abordados por los guarda costas colombianos.

Tras abordarnos y amarrar su lancha junto al Saramia, dos oficiales subieron abordo. Uno de ellos me comentó que debía realizar una inspección rutinaria en la embarcación y lo acompañé por todos los camarotes abriendo todos los pañoles del barco. A los 5 minutos ya lo había revisado todo porque el calor era insoportable dentro del barco. El otro oficial se quedo hablando con Maria en la cubierta.

El caso es que nadie nos creía cuando les decíamos que habíamos desandado 15 millas para resguardarnos del viento que soplaría el día siguiente. No tenían información meteorológica y me toco enseñarles la previsión del predictwind para el día siguiente. Aun así tenían la mosca detrás de la oreja; – ¿que hacen estos españoles con dos niñas a bordo en una bahía donde solo hay barcos mercantes…? – Sin duda, estaban acostumbrados a tratar con otro tipo de embarcaciones y por otro tipo de asuntos.

Al final nos dieron el visto bueno para fondear en la bahía pero nos dijeron que donde habíamos echado el ancla no se podía fondear y debíamos movernos 4 millas mas hacia el sur donde estaban el resto de buques mercantes fondeados. Los dos oficiales que subieron a bordo se quedaron con nosotros y nos fuimos navegando con ellos hasta el fondeo autorizado.

Durante los 40 minutos que estuvimos con ellos navegando el ambiente se relajó y pudimos charlar de otros asuntos… Ellos nos asustaron un poco diciendo que fuésemos con cuidado con los indigenas pescadores de la zona ya que eran peligrosos y podían robarnos por la noche. Al día siguiente varios pescadores pasaron por delante de nuestro barco navegando y la verdad no tenían mucha pinta de peligrosos. Al contrario, fueron muy amables y nos saludaron cuando pasaron cerca de nuestro barco. Al fin y al cabo la guardia costera cumple con su trabajo y está siempre alerta. Pero dudo mucho que hayan tenido algún problema serio con los indigenas en mucho tiempo.

Foto con los dos guardacostas que nos acompañaron al fondeo.
Maria charlando el la proa con uno de los guardacostas.

Al día siguiente el día empezó con calma total, al igual que el día anterior. Y como no podíamos hacer mucha cosa ya que no podíamos bajar a tierra, nos dedicamos a realizar tareas de mantenimiento al barco y un poco de boatschooling. A mediodía el viento ya soplaba por encima de los 20 nudos y por la tarde subió a los 30 nudos. Justo del oeste, de donde nosotros teníamos pensado ir. La previsión se estaba cumpliendo. Ese era el viento que nos hubiésemos encontrado de frente si hubiésemos decidido salir el día anterior. Estaba muy satisfecho por haber tomado la decisión de desandar lo andado y ponernos a resguardo en la Bahía de Portete. Fue una decisión madura que solo se puede tomar si no te espera nadie en el siguiente destino. Esa es una de las mejores formas de navegar a vela. Sin horarios ni compromisos para llegar a destino en una fecha determinada.

Boatschooling en el fondeo de la Bahía de Portete.
Mar en calma en el fondeo de Portete.

El 20 de Septiembre por la mañana nos despertamos con el mar en calma. Volvimos a revisar la previsión meteorológica y vimos que tendríamos muy poco viento durante toda la travesía pero aun así decidimos poner rumbo a nuestro destino y navegar las 150 millas que nos separaban de nuestro siguiente fondeo en el Parque Nacional de Tayrona. Gran parte de la travesía la realizamos a motor. De las 32 horas que duró la travesía, 25 las hicimos a motor. Que le vamos a hacer!

Navegando con la Sierra Nevada de Colombia al fondo.

Llegando al parque nacional de Tayrona.

Llegamos al Parque Nacional de Tayrona a media tarde y lo que vimos nos dejo sin palabras. Grandes montañas llenas de vegetación y playas completamente desiertas. Naturaleza en estado puro. Era un autentico paraíso!

Montañas del Parque Nacional Tayrona.
Vistas espectaculares.

El parque nacional de Tayrona es uno de los principales parques naturales de Colombia y es visitado por turistas de todas partes del mundo, pero estoy seguro que muy pocos lo han podido disfrutar desde nuestra perspectiva, fondeados, totalmente solos, en una de sus grandes bahías. Allí pasamos la noche debajo de un manto con un millón de estrellas, sin signos de civilización y en pleno contacto con la naturaleza. Estábamos disfrutando mucho de nuestra travesía por Colombia.

Momento Zen en Tayrona.
Playa en Tayrona.
Selfie en la playa de Tayrona!

Al día siguiente por la mañana decidimos bajar a la playa para que Sara y Mia pudieran jugar un rato y nosotros estirar las piernas después de 3 días sin pisar tierra. Cuando regresamos al barco arrancamos el motor y nos movimos a Taganga, una bahía fuera del parque nacional y cerca de la ciudad de Santa Marta. Allí pasamos la tarde y la noche sin bajar a tierra. En realidad no hizo falta que bajásemos a tierra ya que eran los propios colombianos los que venían nadando o con barquitos hasta nuestro propio barco. Todos muy amables y todos con gran curiosidad por nuestro estilo de vida.

Mia posando en Taganga.
Sara posando en Taganga

El día siguiente realizamos el último tramo desde Santa Marta hasta Puerto Velero. 60 millas nos quedaban hasta nuestro destino. 60 millas que realizamos en 12 horas y de las cuales 11 fueron a motor. Nos quedaba cruzar navegando la desembocadura del Rio Magdalena en la ciudad de Barranquilla. Es el rio principal del país que en esta época del año baja cargado de ramas y grandes troncos. Incluso se llegan a ver arboles enteros flotando cerca de la desembocadura. Por todo esto decidimos cruzar cerca de la desembocadura a plena luz del día y la verdad es que la cosa no fue para tanto, aunque si que vimos muchas ramas y algún que otro gran tronco flotando. Evidentemente si golpeas uno de estos grandes troncos navegando pueden llegar a dañar la estructura del barco, pero las probabilidades son realmente bajas, por lo menos cuando cruzamos nosotros navegando.

Troncos en la desembocadura del Rio Magdalena. La ciudad de Barranquilla al fondo.
Trozos de vegetación cerca de la desembocadura.
Sara vigilando para no golpear ningún tronco.

Al atardecer llegamos a la entrada de de la bahía de Puerto Velero y aquí sí que nos alegramos de haber llegado de día ya que la carta náutica, tanto de Navionics como de C-maps, no coincidía con lo que teníamos delante de nosotros. El trozo de tierra que forma la bahía había crecido mas de una milla debido a la acumulación de troncos y ramas. Formaba ya parte del trozo de tierra y de haber llegado de noche sin lugar a dudas hubiésemos puesto rumbo directo a las primeras boyas que marcan el canal de entrada y hubiésemos encallado. Es algo que se debería indicar en la carta o la marina debería colocar una boya en el borde. No pasará mucho tiempo hasta que alguien que llegue de noche quede encallado en ese montón de troncos y ramas.

Entrando a la bahía de Puerto Velero. La acumulación de troncos se puede ver en la imagen.

Tramo final de nuestra travesía. Cortesía de MarineTraffic.

Al final llegamos a Puerto velero sobre las cinco de la tarde. Allí nos recibieron los marineros y nos asignaron nuestro punto de amarre. Allí coincidimos una tarde con Sara y Mia del velero Maloya que conocimos en Bonaire. Nosotros llegábamos y ellos partían esa misma tarde. Así es la vida de los nómadas del viento. Unos llegan y otros se van, cada cual con sus proyectos y con sus ritmos. Pero todos disfrutando de navegaciones tan increíbles como la que hemos tenido nosotros desde Aruba hasta Colombia.

NOTA* Hay que tener en cuenta que desde que salimos de Aruba no hemos hecho el registro de entrada en el país hasta que hemos llegado a Puerto Velero. Todas las veces que hemos parado se considera que estábamos de transito. Algo completamente legal cuando realizas navegaciones tan largas en velero. Lo que no creo que sea tan legal es bajar a tierra sin haber hecho el correspondiente registro en el país, pero bueno, aquí estamos y no hemos tenido ningún problema en los 7 días que ha durado nuestra travesía.

Saramia fondeado en Tayrona.

Puesta de Sol en el Cabo de la Vela.

Saramia fondeado en la Ensenada Nenguange. Tayrona.

Coloreando mientras navegamos. Con el pajarito descansando.

Sara y Mia disfrutando de la navegación.

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