Nuestra vida y nuestro futuro han dado un giro de 180 grados. Los acontecimientos se han desarrollado de forma precipitada en los últimos días.

Nuestra vida en San Blas ha sido idílica. Cuando todo el planeta estaba confinado en sus casas por culpa del Coronavirus, nosotros disfrutábamos de una vida privilegiada en un entorno único rodeados de naturaleza y disfrutando cada día de nuestra isla desierta con grandes amigos. La vida no podía ser más perfecta.

Fue el 30 de Abril cuando recibimos la noticia de que la embajada de Francia estaba organizando un vuelo humanitario para repatriar a los ciudadanos francés y del resto de nacionalidades europeas. Desde la embajada de España en Panamá nos advirtieron de que este iba a ser el ultimo vuelo humanitario, quien no se apuntase al vuelo no tendría otra opción. Habría que esperar hasta que empezasen a operar los vuelos internacionales y a fecha de hoy no está claro cuando ocurrirá esto.

Cuando me enteré de la noticia mi primera reacción fue pensar: Muy bien, quien quiera marcharse puede hacerlo, nosotros estamos de maravilla. Cuando vuelvan a abrir fronteras y a reanudar los vuelos comerciales ya utilizaremos nuestro bono del vuelo que teníamos para el 23 de Marzo. Pero Maria en el fondo no pensaba igual que yo.

Desde la embajada española nos informaron de que las plazas eran muy limitadas y que deberíamos apuntarnos a una lista si queríamos regresar a España. Darían preferencia a mujeres embarazadas y niños. Mi primera reacción fue decir que NO. No tenia sentido regresar a España con la que estaba cayendo. Además moverse por el mundo no es una cosa sencilla en este momento. Necesitas salvoconductos para moverte por Panamá. El vuelo originalmente te dejaba en Paris y teníamos que buscarnos la vida para llegar hasta Ontinyent. Además que el vuelo es humanitario pero debes pagar 450€ por persona (los niños mayores de 2 años también pagan 450€). Y por supuesto la probabilidad de contagiarse es muy superior viajando por el mundo y compartiendo avión con 200 personas que quedándote en una isla desierta. En definitiva, no era ningún chollo y en San Blas estábamos de maravilla…

Pero nuestra vida ya había cambiado aquel 23 de Marzo que debíamos haber cogido el vuelo de regreso a España. Y no por culpa de que el vuelo fuera cancelado, ni tampoco por culpa del coronavirus. Maria llevaba unas semanas en la que estaba rara y no se encontraba del todo bien. A bordo disponíamos de un test de embarazo y Maria decidió hacerse ese mismo día la prueba para ir descartando opciones. Pero el resultado fue positivo. Os podéis imaginar nuestra reacción… Menuda sorpresa!! Estábamos embarazados!!

Menudo día teníamos por delante!! Necesitábamos tiempo para pensar y digerir lo que estaba sucediendo. Esa noticia en la mañana del 23 de Marzo iba a cambiar nuestro estilo de vida para los próximos meses y había que empezar a tomar algunas decisiones.

La primera de estas decisiones fue no informar a nadie de España del embarazo. Las cosas en España estaban muy mal y la cifra de muertos por el coronavirus iban en aumento. Dar la noticia en ese momento sin tener ni idea de cual iba a ser nuestro futuro hubiese hecho más mal que bien a nuestras familias. No es lo mismo decir que estas embarazada y saber que cuando quieras puedes ir a España, que decirlo cuando todas las fronteras del mundo están cerradas y te encuentras en la otra parte del mundo. A las abuelas les habría dejado muchas noches sin dormir y no había necesidad.

Teníamos claro que estábamos en un buen sitio para llevar el embarazo, como le dijo el ginecólogo a Maria, el bebe se hace solo, tu no tienes que hacer nada, solo debes cuidarte y llevar una vida sana.

En San Blas siempre hemos llevado una de las vidas más sanas de todo el planeta. Pero el ginecólogo también le dijo: La única fecha limite sería la semana 20. Antes de la semana 20 deberías hacerte la prueba para descartar cualquier trastorno cromosómico en el bebe.

Bien, ya teníamos una fecha, más o menos a mitad de junio deberíamos acudir a un ginecólogo para hacer la prueba.

En el comarca Guna Yala no hay ginecólogos. Deberíamos acudir a Panamá City para hacer la prueba o lo que en el fondo quería Maria, deberíamos regresar a España y hacer la prueba en España. En cualquier caso, ya teníamos claro que antes de mitad de Junio debíamos salir de Guna Yala para no regresar.

Y así fueron pasando los días de forma relajada, sin darle muchas vueltas al asunto. Hasta el pasado 30 de Abril que nos llego la noticia de que la embajada estaba preparando un vuelo humanitario de repatriación.

El 2 de Mayo decidimos apuntarnos al vuelo humanitario sabiendo que Maria y las nenas tenían todas las papeletas para subirse al avión.

Desde que el 30 de Abril recibimos la noticia empezamos a poner alternativas sobre la mesa. Cualquier opción era buena. Si había plaza y nos íbamos perfecto. Si no había plaza y nos quedábamos en San Blas también perfecto porque ese era el plan hasta hace unos días. Todo lo dábamos por bueno. Pero había una cosa que no nos terminaba de gustar y era la opción de dejar el Saramia en una marina durante un año (o quizá mas de un año) hasta que el bebe tuviese por lo menos 6 meses y pudiésemos regresar al barco.

En Panamá las marinas son seguras, pero los barcos envejecen de forma acelerada. Hay mucha humedad y con la humedad todo se deteriora mucho más rápido. No es lo mismo tener un barco en una marina cerca de casa donde puedes hacer mantenimiento semanalmente que tenerlo a más de 12 horas de avión donde nadie te garantiza que cuando regreses el barco esté en condiciones para navegar.

Ha sido nuestra casa en los últimos 20 meses y a mí no me hacía gracia tener que dejar nuestra casa abandonada durante tanto tiempo.

El 2 de Mayo por la mañana, después de pasar algunas horas sin dormir la noche anterior, le planteé a Maria la opción de regresar yo con el barco a Valencia. Evidentemente la respuesta a semejante locura era decir que ni de broma. Algo lógico y normal, pero tras una larga conversación fuimos analizando pros y contras y poco a poco íbamos viendo que la opción de navegar de regreso a España desde Panamá no era tan descabellada. Tendríamos el barco en una marina cerca de casa, podríamos hacer el mantenimiento del barco y por supuesto lo podríamos disfrutar si así lo queríamos. La decisión estaba tomada.

En ese momento me salió la bravura hispano-levantina y tenia clarísimo que llevaría el barco desde Panamá hasta Valencia yo solo. De hecho siempre que navegamos en familia el barco lo llevo yo. Evidentemente, si Maria está en cubierta me ayuda durante la navegación, pero cuando no está o está durmiendo con las nenas lo puedo hacer solo sin mayor problema.

Pero una vez tomada la decisión la cabeza no para de dar vueltas y empiezan a aparecer por la mente los temibles “Y si…” Y si te das un golpe y te rompes un brazo o una pierna… Y si se estropea el piloto automático… Y si por alguna de esas necesitas una tercera mano para solucionar un problema…

Después de 20 meses navegando por el mundo tengo confianza plena en el Saramia y en mí, pero no es momento para bravuconerías. Hablando con la gente todos me decían lo mismo. Con un solo piloto automático no te vuelvas a España navegando solo. Por lo menos instala uno de viento!! Como?? Voy a tener que instalar un piloto de viento en tan poco tiempo?? Imposible!!

Hay que hacer un inciso para los no navegantes. La mejor época del año para cruzar del Caribe a Europa por el Atlantico Norte son los meses de Mayo y Junio. A partir de Julio ya hay muchas probabilidades de cruzarte con algún huracán o alguna depresión tropical que te puede complicar la vida. Por lo tanto el tiempo corre en nuestra contra.

Tras valorar opciones se me ocurrió llamar a Jota. Jota cruzó el Atlantico en Enero de este año junto con su amigo Francisco en un catamarán de 50 pies. Francisco regresó a España a principios de Marzo, antes de que cerraran las fronteras de Panamá, pero Jota se quedó en el catamarán.

Nos conocimos en San Blas. Ellos habían llegado a Panamá unos días antes y vieron la bandera española en el Saramia y se acercaron a saludar. Charlamos un rato y nos intercambiamos los teléfonos. Eso fue el 9 de Marzo, dos días antes de que cerrasen las fronteras de la comarca Guna Yala.

El 4 de Mayo se me ocurrió llamarle para ver qué tal estaba y tantear un posible candidato para acompañarme de regreso a España navegando. Cual fue mi sorpresa cuando me dijo que él también había estado pensando en regresar a España navegando con su catamarán pero hacía una semana que lo había descartado, cualquier rotura o fallo en una travesía tan larga hubiese sido un gran problema en medio del océano. Cuando le planteé si quería acompañarme con el Saramia ni se lo pensó. Cuenta conmigo, me dijo. Solo faltaba recibir la confirmación de que Maria y las nenas tenían plaza en el vuelo y lo pondríamos todo en marcha.

El 6 de Mayo recibimos la confirmación de la embajada. Maria, Sara y Mia tenían plaza en el avión, pero yo No. Todo se ponía en marcha. Ya no había vuelta atrás.

Llevamos unos días de locura, en contacto directo con la embajada de España en Panamá. La embajada está haciendo un buen trabajo dadas las circunstancias. Hemos solicitado salvoconductos para movernos desde la marina de Linton al aeropuerto de Panamá. A Mía le caducó el pasaporte el 20 de Abril y se lo han renovado en tan solo un día y nos lo entregarán en el aeropuerto de Panamá. La maquinaria burocrática de momento está funcionando. Nos toca pagar el vuelo y terminar de aclarar el transporte desde París a España y dentro de España.

Es momento de empezar a preparar maletas y que la tripulación femenina se despida del Saramia por uno o varios meses, quién sabe el tiempo que necesitaremos en llegar hasta Valencia…

A mi me toca poner a punto el barco. En realidad el barco ya está a punto. Siempre lo ha estado. Pero si que hay que revisar jarcia, motores, bombas, activar Iridium, comprar provisiones y un largo etcétera.

Es momento de despedidas. Hemos compartido muy buenos momentos con nuestros amigos españoles aquí en San Blas. A la mayoría de ellos pasará mucho tiempo hasta que volvamos a verlos. Edu, Bea y Lua regresan a España en el avión humanitario. Juan y Olga seguramente pongan rumbo a Bonaire y Curaçao en un mes. Biguá tiene la intención de subir hasta EEUU cuando la cosa mejore. Eric y Yani son de Panamá y no se van a mover hasta que la cosa mejore, Wolfgang y Teresa se han animado a cruzar navegando hasta España y están buscando tripulación para que les acompañen y Joan, Esther y Gérard seguirán por aquí o pondrán rumbo a Colombia cuando abran fronteras. Cada cual con sus proyectos e ilusiones intentando llevar la crisis del coronavirus de la mejor forma posible.

Despedida con nuestros amigos en la isla de Coco Blanco.
Regalando el arpón a mi amigo Angel. Él le sacará mejor provecho que yo.

Está ha sido una de las semanas más intensas desde que salimos de España en Septiembre de 2018. Dicen que la vida hay que vivirla intensamente, pero igual nosotros nos estamos pasando. Quizá cuando llegue a España navegando no quiera volver a subir nunca más a un velero… O quizá sea todo lo contrario y ya nunca queramos volver a llevar una vida convencional. El tiempo lo dirá. Mientras tanto vamos a disfrutar la vida con todas sus consecuencias. Nos vemos pronto por España!!!

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4 comments
  1. Hola Jorge y María

    Somos una familia de Valencia, con dos niñas como las vuestras. Propietarios de un Bavaria 36 Deep keel que tenemos en la marina de Valencia.
    Es nuestra segunda casa y vivimos en el, parte del verano.
    Os seguimos desde hace unos meses cuando, por cosas del azar, el buscador de google nos llevó a un video vuestro.
    Os deseamos lo mejor y , si necesitáis algo, contad con nosotros en Valencia.
    Cuando esteis todos juntos en casa, esperamos que sea pronto, queremos contactar con vosotros y, encontrarnos en algún puerto. Nosotros vamos a menudo a Denia, Moraira, Altea y alrededores.

    Enhorabuena por el embarazo y buena mar y buena proa a los cuatro (perdón, cinco ¡¡).

    1. Hola Alberto.

      Gracias por seguirnos. Nuestro destino final es la marina de Valencia. A ver si podemos coincidir un día y nos conocemos.

      Un abrazo.

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